“¿Probar un punto? ¿Me estás tomando el pelo?” Mis manos temblaban y ahora le estaba gritando. “¡Eres tan molesto! ¡Tú... tú... gilipollas neandertal!” grité.
Todos los ojos se volvieron a mí en shock. Por un momento pareció que incluso los pájaros dejaban de cantar.