PV se movió entre mis
tobillos cuando entré por la puerta, mirándome expectante.
― Sip, nos vamos a
casa.
Su cola se movió
expresando su aprobación.
― Sólo déjame ir a
recoger nuestras cosas.
― ¿Bella? ― Una
voz sonó desde la otra habitación y Rose apareció un segundo más
tarde.
― Hey, no sabía que
estabas en casa.
Ella sonrió
satisfecha. ― Estabas hablando con el gato, ¿verdad?
― Puede.
PV maulló. No
apreciaba que hablaran de ella como si no estuviera en la habitación.
― Así que, ¿te vas?
― Sí. ― Asentí,
mirando a mi alrededor en la habitación. Me di cuenta de que en
realidad tenía ganas de volver a mi propio espacio.
― ¿Puedo hablar un
segundo contigo antes de que te vayas? ― La postura de Rose había
cambiado; me miraba con cautela, una mirada que se había hecho
familiar en el curso de la pasada semana. No estaba segura de que me
gustara el tono de la pregunta.
― Claro. Um, ¿qué
pasa?
Rose se movió hacia el
sofá y yo la seguí, tomando asiento. Ella estiró el brazo y cogió
un sobre de la mesita. ― Esto ha llegado hoy para ti. Entrega en
mano.
Lo miré cautelosa.
― Es de Edward, ―
dijo, declarando lo obvio.