Afortunadamente,
siempre había sido de la escuela de “hacerlo de cero” en lo que
se refería a las tortitas, así que mezclar la masa fue bastante
fácil incluso sin receta. Estaba escurriendo el bacon cuando Edward
entró. Su pelo estaba completamente despeinado y él bostezaba,
frotándose los ojos. Se había puesto los pantalones, pero no
llevaba camisa e iba descalzo.
Me estaba dando cuenta
de que me gustaba bastante el Edward descalzo y sin camisa.
“Me he despertado y
no estabas ahí,” murmuró adormilado, acercándose para quedar
detrás de mí frente a los fogones. Sus brazos rodearon mi cintura y
me empujó contra su pecho, echando mi pelo sobre mi hombro para
poder besarme el cuello. “Te he echado de menos,” murmuró contra
mi piel.
“Quería hacerte el
desayuno.” Eché la cabeza a un lado mientras sus labios se movían
por mi cuello. “¿Tienes hambre?”
Edward mordisqueó
suavemente y le sentí sonreír. “Famélico,” gruñó, y mi
cuerpo se calentó.