Esperé un momento y luego caminé hacia la casa, doblando la esquina y deteniéndome abruptamente cuando vi a Alice en el porche delantero.
“Hola, Edward,”
dijo con una sonrisa.
Corrí hasta ella y la
levanté en un fuerte abrazo. “¿Estás bien?” pregunté.
La sentí asentir
contra mi pecho. “Estoy bien.”
Me eché atrás, con
las manos en sus hombros. “¿Dónde está Bella? ¿Está herida?”