“No puedo creer que
estuvieras esperando todo ese tiempo,” murmuré.
“Te vi una vez,
¿sabes?” contestó Carlisle. “Tenías cuatro años y vivías en
Phoenix. Yo estaba en una convención médica y decidí ir a ver cómo
estabas. Jugabas en el porche delantero y tu madre había entrado
para prepararte la comida. No pude resistirme a mirar más de cerca.”
“Que típico,”
murmuré, pensando en cómo Carlisle había seguido a Esme cuando la
encontró. Carlisle me ignoró.
“Salí de la sombra
de un gran árbol y, en ese momento, levantaste la mirada con unos
enormes ojos marrones,” dijo con una sonrisa. “Yo dije 'Hola', y
tú solo me miraste con la boca abierta.”
Un recuerdo comenzó al
fondo de mi mete. “Creí que eras un ángel,” dije, medio para
mí, recordando a un hombre hermoso que brillaba en el caliente sol
de Phoenix.
Carlisle rio. “Sí...
bueno... eso es lo que le dijiste a tu madre. Ella lo dejó pasar
como algo que habías imaginado, por supuesto, pero decidí que
probablemente no fuera buena idea que me vieras de nuevo hasta el
momento correcto. Cuando ese momento llegó y supe que te acercabas a
la edad correcta, volvimos a Forks.”