Edward había sido un
buen niño. No les había dado muchos problemas a sus padres de
adolescente. Bueno, claro, estaban las típicas discusiones sobre
salir hasta más tarde algunas veces, pero él había sido
relativamente tranquilo.
Y nunca en sus años de
adolescente se había encontrado Edward en la posición en que estaba
en ese momento: escondido en los confines del armario de una chica,
intentando con todas sus fuerzas no respirar siquiera.