Sin detener lo que
hacían con sus labios, Bella siguió bajando por sus brazos hasta
llegar a sus muñecas. Ahí envolvió sus dedos alrededor y le movió
una mano hasta la parte baja de su espalda, justo sobre su trasero.
La presionó con fuerza a su piel, el significado era claro: ella
quería que mantuviera la mano ahí.
Sintiendo curiosidad y
estando dispuesto, Edward obedeció, todavía atrapado en el beso.
Bella repitió el
proceso, tirando de su otro brazo hacia su espalda.
Su cerebro estaba tan
confundido por la dulzura de los labios de ella, que no se dio cuenta
de lo que pasaba hasta que sintió el frío acero contra sus muñecas
y escuchó el bajo pero inconfundible sonido de las esposas
cerrándose.